miércoles, 14 de diciembre de 2016

LA FINAL DE LA INTERCONTINENTAL



Eric había llegado al estadio con las dos horas de antelación preceptivas. El frío era intenso, aunque con la lluvia que había comenzado, parecía atenuarse. Echó un vistazo al estado del terreno de juego. Estaba perfecto. Lo bueno de estos estadios cubiertos era que la climatología no podía hacerles daño. Además en este caso la remodelación era muy reciente y había dejado un recinto deportivo impresionante. La FIFA lo había por ese motivo elegido para la final de esa Copa Intercontinental, la de 2059 que en breve iba a comenzar.
 
Subió a la sala de control y le pareció perfecta también. Amplia y luminosa, con lo último en tecnología de seguimiento y control de las incidencias de juego. Saludó a sus ayudantes que ya estaban allí, y se dirigió a la sala de relajación a esperar a la media hora previa al comienzo del partido, momento este en el que empezaba una de las tareas de mayor responsabilidad para él, que era la de supervisar los trajes de los jugadores y ver que tenían activados todos sus sensores, los de movimiento y los de impacto, así como todas las microcámaras. El balón y el resto de elementos estáticos del terreno de juego también tenían múltiples sensores y cámaras. De esta manera era posible que un potente ordenador fuera capaz de calibrar toda la información recibida de los más de 9000 dispositivos repartidos entre jugadores y elementos de juego y valorar con total precisión todas las posibles incidencias previstas en el reglamento. Era incluso imposible fingir lesiones ya que se hacía una medición del umbral de dolor de cada jugador en cada incidencia. Si no llegaba a un límite establecido el jugador era amonestado. El juego se paraba, en su caso a través de señalizaciones acústicas emitidas a través de la megafonía y enviadas a un mini auricular que llevaba el jugador. Los espectadores disponían de asientos apantallados en su respaldo, en los que se podían ver las señalizaciones en distintos idiomas así como todas las imágenes y desde la perspectiva que quisieran. Era un tópico entre los más viejos decir que les hubiera gustado ver el gol de Maradona a Inglaterra desde las microcámaras pectorales del jugador si hubieran existido. Verdaderamente la tecnología permitía un acercamiento tremendo del espectador a las sensaciones vividas por el jugador.    

Todo se seguía desde la sala de control que ocupaban técnicos especializados, no en cuestiones de futbol, sino de informática por si había cualquier incidencia. Uno de ellos es el protagonista de esta historia, Eric. 

Su abuelo le había contado, y él había visto en viejas grabaciones de futbol antiguo como en las de la final de la Champions League de 2016, como todas las decisiones del partido recaían en la figura del llamado árbitro, una persona que sólo ayudada de sus ojos y de unos ayudantes que sólo podían contar asimismo con los ojos, debía decidir en décimas de segundo que señalizar y a favor de quién. Se armaban unas trifulcas importantes, los jugadores protestaban, los aficionados también..

Se había dicho que con la tecnología desaparecería la llamada salsa del fútbol, la polémica, pero no fue así. En teoría el ordenador no podía equivocarse, pero el público protestaba las decisiones de la máquina igual que antes hacía con las de los árbitros. Si la decisión no era adecuada a nuestros sentimientos, se decía que los ordenadores estaban manipulados para favorecer a unos u a otros. También los técnicos de la sala de control estaban comprados si nuestro equipo perdía. Era otro tópico decir que los ordenadores estaban programados para favorecer al grande frente al pequeño y que los técnicos se aseguraban de que eso fuera así. .     
 
Volvamos a Eric. Mientras esperaba el momento de empezar, se tumbó en la camilla hiperbárica y buscó relajación recurriendo a la vieja música. Era un antiguo en sus gustos, decían algunos, pero al él le daba igual. Gracias a su abuelo, que había fallecido hacía unos años, pero al que siempre echaría de menos, había descubierto una música que le encantaba, totalmente alejada de la electrónica que se imponía en los gustos de la gente de su edad. Y es que en los días posteriores a la muerte del anciano, entre sus pertenencias había aparecido un arcón lleno de CDs, ya sabéis, aquellos viejos dispositivos en los que se podía almacenar y escuchar música. Uno de los grupos que más le gustó fue The Black Crowes. Grandiosos los hermanos Robinson. Los buscó en el dispositivo multimedia 4D que llevaba siempre y los disfrutó:

Nota: agradecimiento infinito a Black Crowes de quién son todos los derechos de los vídeos. El único objetivo del autor del blog es contribuir a que se conozca la calidad de la música y del artista, sin ningún ánimo de lucro.







 

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